Publicado: jueves 23 de enero por SONIA GARCÍA MARCUELLO
Hay días y momentos que por cotidianos que sean, cambian tu vida por completo. Y de esto, trata este cuento:
“Todo empezó una mañana de mayo. Hacía calor, y ya estábamos terminando los exámenes, cosa que a todo el mundo le agobia un poco; no obstante, aquel día cuando llegué del instituto, mi madre me dijo algo que me llenó de alegría:
- Nanita, tengo algo que decirte. -dijo-. Su voz sonaba alegre, - vuelves a tener actividad de deporte en la asociación. La asignatura de educación física siempre ha sido un fastidio para mi en el colegio, y luego en el instituto. Pero cuando hacemos actividad de deporte en la asociación me divierto mucho.
- ¿Cuándo tenemos que ir? -pregunté-.
- Todos los lunes después de comer, durante 1 hora.
Llegó el día de ir al polideportivo. Sinceramente, estaba al principio un poco inquieta y nerviosa. Me llevó mi madre en coche, y se pudo notar que yo era nueva porque nos volvimos locas para encontrar la sala de hacer gimnasia; hasta que vimos a Lucía y a Loreto, juntas encontramos la clase.
Me despedí de mi madre muy ilusionada por empezar otra vez en la asociación. Había estado casi 1 año sin poder hacer actividades de ese tipo y lo echaba de menos.
Al llegar a la clase, vi a Diego, el monitor de deporte y me alegré de verlo y conocerlo. También nos presentó a una chica que estaba haciendo las prácticas de deporte, Aintzane y después hemos ido conociendo a muchos más: Martín, Silvia, Estefanía y Javier. Durante un rato, nos sentamos en círculo en la sala y empezamos con los juegos de presentación, que fueron muy interesantes.
Después, por fin empezamos a hacer deporte, pero siempre calentando primero. A mí me encanta correr, entonces ese momento fue de pura gloria para mí.
A continuación, empezamos con un juego bastante divertido. Consistía en buscar pistas que estaban por todo el parque de la universidad; a pesar de no saberlas encontrar, me divertí muchísimo.
Y finalmente, llegó el momento de la despedida. Me quedé un poco triste y dije que se me había hecho muy corta la hora, pero Diego y mis amigas me animaron diciendo que la semana próxima sería más productiva y mejor."
A partir de ese día, tuve una moraleja que nunca voy a olvidar: a veces las actividades cotidianas nos cambian la vida para mejor.
Y el lunes que era un mal día, mejora mucho pensando en nuestro rato de ejercicio en grupo. ;)