Publicado: jueves 30 de enero por ELSA CORTÉS AZNAR
Enero podría resumirlo como un mes de aprendizaje. La vuelta de las vacaciones de Navidad en España al Erasmus en Rumanía fue más dura de lo que me imaginaba. En cuanto llegué lo primero que hice fue echarme a llorar. No pude contenerme. Estaba muy cansada (apenas había dormido porque empecé el viaje a las tres de la madrugada) y volvía de España con la sensación en el cuerpo de que iba a echar mucho de menos todo aquello. Supongo que no te das cuenta de lo que tienes hasta que llega un momento en que no puedes tenerlo. El volver a España me sirvió para darme cuenta de lo afortunada que era de vivir en ese país, en todos los sentidos. De tener la familia que tengo, de los amigos que tengo, de la vida que tengo y de tener salud, por encima de todo. Así que la vuelta fue peor de lo que pensaba, pero bueno, superé el día y al día siguiente me encontré mejor.
Nada más volver de España, ya tenía fecha de entrega de un trabajo que tanto ansiaba presentar: La Psicología Educacional en Matemáticas aplicadas a los estudiantes con Asperger. No tuve mucha audiencia porque era un proyecto de la Universidad y sobre esas fechas la gente no acude mucho a clase. Pero bueno, vinieron algunos compañeros y les encantó. Y, a mi profesora también. De hecho, me propuso hablar sobre el Asperger en el segundo cuatrimestre en la facultad de Pedagogía. Dirigido a profesores y alumnos. Y yo dije que sí inmediatamente. Y ese momento fue crucial, porque me di cuenta de que no todos los países funcionan de la misma manera, y el haberme expuesto como persona con Asperger en un país diferente fue un gran paso adelante. Y que lo recibieran abiertamente me hizo tener más esperanzas de que si todos damos nuestro granito de arena, podemos conseguir que este mundo sea más asertivo y mejor.
Pero luego las cosas se complicaron. Un día empecé a encontrarme muy rara. No sabía qué me pasaba y lo único que quería hacer era quedar con mi madre, pero no podía. Me empecé a encontrar rara porque empecé a tener ese sentimiento de no encajar. De no entender el comportamiento de las personas. Mis dos compañeras de habitación querían hacer una fiesta de pijamas con otras dos chicas y a mí me pareció bien, pero yo no fui porque no me apetecía y me fui a la sala de estudio a estudiar. Luego llegaron las 00:00 y yo volví a la habitación para irme a dormir. Y parece que les molestó. Pero la habitación también es mía, así que me metí a la cama sin decir nada y me dormí. Y a partir de ese día me dio la sensación de que no querían hablar conmigo. Y así fue. Desde ese entonces hasta ahora no hemos tenido la conexión que teníamos antes de Navidad. Y todo esto hizo que esa frase volviese a aparecer: “perdón por no poder ser como el resto del mundo”.
Y todo el mes ha ido así, más o menos. Hasta ahora, que estoy a 6 días de volver a pisar España, y parece que abro un poco los ojos. Estos días me he venido muy arriba y me he motivado mucho. Voy a estar todo Febrero en España y va a ser un mes muy interesante. Tengo pendientes de dar varias charlas por ahí, un examen que hacer, y proyectos que poner en marcha. He empezado a publicar cosas en mi proyecto de IMMATEA y voy a hablar de hacer otro con mi padre, que, si al final se hace, ya lo anunciaré. Y eso me ha hecho que me venga arriba. Porque yo a veces no soy consciente, pero gracias a mí ha habido chicos con Asperger que han dejado la palabra “rendirse” de lado. Ellos mismos me lo dijeron en su día. Y parece que contarlo suene de presumido o egoísta, pero es verdad. Y cuando te conviertes en un referente para determinadas personas, por pocas que sean, te hace ver las cosas de otra manera.