Publicado: jueves 17 de diciembre por ELSA CORTÉS AZNAR
El otro día vi un anuncio en la tele donde la gente se reía porque una bombilla se rompiese, porque el coche se haya llevado un golpe o porque corten el agua de repente. Me hizo gracia, porque vivimos en el primer mundo y le solemos dar importancia a cosas que realmente no la tienen. ¿Es importante comer con un tenedor u otro? ¿Es importante salir conjuntado a la calle? ¿Es importante responder un examen con color rojo porque no tienes azul? Os parecerá una tontería pero, todas estas tonterías tienen “importancia” en nuestro mundo. Los niños se pelean por comer con un tenedor u otro, si no vas bien arreglado al trabajo parece que te van a mirar con mala cara y no puedes responder con rojo en el examen, aunque sea el único bolígrafo que tengas. El 2020, parece, que nos ha quitado ese peso de encima y vivimos las cosas dándoles menos importancia.
Hace poco conocí a un inmigrante. Fue fascinante. Él nació en Sahara Occidental, esa parte que no es de Marruecos pero que la controla Marruecos. Me contó toda la historia y por qué él tenía la necesidad de inmigrar. Nació en un campo de refugiados. Vivió en ese campo de refugiados toda su vida, hasta que consiguió tener la oportunidad de viajar aquí y conseguir los papeles para poder optar a un trabajo. Un trabajo, para poder darle de comer a su familia. Un trabajo para sobrevivir y conseguir estar mejor. A mí me decía “me da igual de qué trabajar, yo allí soy abogado, tengo una carrera, pero aquí no se convalida y entonces me meto en cualquier trabajo, en el que sea”. En España, y sin ir más lejos, yo misma, estoy estudiando una carrera para poder trabajar de algo específico, cualificado y si me preguntan si trabajaría de peón en una fábrica, o de carpintero, o de algo que se suele ver como “trabajo de pobres” le pondría cara rara. Pero no de no querer trabajar ahí, sino de miedo. Miedo porque vivo en un país en el que espero poder encontrar trabajo y no tener que emigrar por guerra o porque me esté muriendo de hambre. Ese inmigrante me hizo reflexionar, y quizás es este año, el 2020, el que precisamente nos brinde la oportunidad de coger las cosas con otra perspectiva y reflexionar sobre lo que realmente importa.
Quizás el 2020 haya sido un año de mierda. De verdad, lo ha sido. De verdad, lo pensáis, lo pensamos, lo pienso. También llorar y estar triste es una mierda. También la vida es una mierda. Puedes pensarlo así. Pero para cerrar los ojos y rebobinar necesitas mierda encima. ¿Por qué estamos tan adictos a la velocidad y al querer que todo llegue lo antes posible? ¿Por qué no nos ralentizamos? ¿Por qué no intentamos disfrutar del aquí y ahora si puede que mañana ya no haya nada? ¿Por qué tiene que ser todo ya? ¿Por qué tantas ansias y tanto negativismo? Pues eso pasa, que el 2020 nos ha hecho parar, ha puesto un botón de stop rotundo en nuestras mentes y el cuerpo no puede y se genera ansiedad porque no estás acostumbrado a tener tal nivel de lentitud en tu vida. Pues yo te digo que le hagas caso al 2020 y que cierres los ojos y rebobines. En serio, tú solo cierra los ojos.
Inspira. Expira. Relaja. Inspira. Expira. Relaja. Inspira. Expira. Relaja.
El 2020 habrá sido una mierda, pero es la mierda quien va a conseguir que seas mejor persona y saques lo mejor de ti mismo. Porque, uno, te da salud mental (tiempo para pensar en ti mismo y quererte más), salud física (tiempo para salir a correr, a andar o a ir con la bici) y salud social (tiempo para quedar solamente con aquellas personas que lo son todo para ti). Así que, no está nada perdido, porque el 2020 hará que seamos mejores personas. Y si no, habrá que replantearnos de una vez por qué vivimos en este mundo.
Lo dicho, cierra los ojos y rebobina. Y no pienses. Simplemente disfruta del aquí y el ahora.
#TEAconA
#CierralosOjos #yRebobina
#TodoSaldráBien
#¡FelizdespedidaalOtoño!