Publicado: jueves 25 de febrero por ELSA CORTÉS AZNAR (*)
Hay veces que veo un papel en blanco y no sé cómo pintarlo. No sé qué decirle. Hay veces que cojo mi diario y me siento absurda. Es como hablarle a la pared. Mi diario es mi psicólogo. Él me escucha, no me juzga y puedo contarle lo que quiera, hasta puedo cometer delitos. Puedo ser libre, si es que eso se considera libertad, porque ahí nadie me va a decir “no hagas esto”. Mi diario me pregunta inconscientemente qué tal estoy, me hace escupirle todo lo que no soy capaz de gritarle al mundo, ni siquiera subida a un escenario, que es dónde tendrías una oportunidad para sumergirte en tu personaje público y lanzar el mensaje que quieres lanzar. Porque, ni siquiera quiero que me entiendan. Solo quiero que me escuchen. Pero hay veces que tengo la sensación de que el mundo va a su bola. Quien tiene poder, quiere tener más poder. Quien quiere competir, se va a centrar en su competición. Quien quiere aspirar a una cosa, se va a centrar en eso. Pero quien quiere ser escuchado, no se puede centrar ahí. No podemos depender de los demás. Tenemos que depender de nosotros mismos. Y ahí está el hándicap de la vida. Vencer el miedo a estar solos.
Y hay veces que estar solos es la mejor opción. Al final las relaciones sociales siempre van a tener ese punto de incertidumbre, porque no sabes qué está pasando por la cabeza de otra persona. Las fachadas se pintan, porque nos han enseñado a pintar. Y desaprender lo aprendido es muy difícil. Una fachada transparente sería toda una humillación. Si cada persona que pasase por la calle pudiese ver todo lo que hago en casa, dios, gritaría y suplicaría intimidad. Lo bueno de un diario es que no hace falta pintar la fachada. El diario ve siempre lo que hay dentro de la casa. Lo que haces, cómo te mueves, lo que dices, lo que piensas. El diario te observa y no te quita el ojo de encima. Y lo irónico es que tú deseas sentirte así. Que alguien te mire, que alguien se interese por ti, aunque te hagas cacas encima. Alguien que sólo se dedique a apoyarte. El diario es ese apoyo cuando no tienes a nadie, o cuando parece que todo el mundo va a su bola. Incluso yo a veces prefiero eso que ir al psicólogo. Al final, por muy arraigado que tenga el profesional lo de no contar nada de sus pacientes a nadie, tiene que ser muy difícil, y desafortunadamente no confíamos los unos en los otros. Pero a la vez ansiamos por encontrar a esa persona que no nos incite a pintar nuestra fachada.
Lo que quiero decir con todo esto es que siempre tenemos algo que contar, por mucho que el papel esté en blanco. Cuando te bloqueas en un examen, en verdad no te has bloqueado, en verdad tienes miedo de que el profesor tache en rojo lo que tú has escrito. Tienes miedo de fracasar, de fallar, de no saber hacerlo. Si no escribes en un papel es porque tienes miedo de lo que puedan decirte. En un teatro. Tienes miedo de que la gente te mire con lupa y analice cada movimiento. Vivimos con miedo. La fachada siempre pintada al salir a la calle. Y todos sabemos que la mejor manera de disimular es dejarse ver, porque quien se pinta la fachada de muchísimos colores va a destacar, pero mostrando algo ficticio y te van a juzgar por algo que no eres. Y quien no se la pinta de ningún color, también va a destacar y no se van a creer lo que hay dentro, porque la verdad asusta. La verdad da miedo.
Siempre hay algo que contar. Siempre hay algo que quiere salir de nosotros. Siempre. Y el cuerpo lo sabe, pero tú no le haces caso. Una arritmia, enfermedad del corazón. Hiperventilar, insuficiencia respiratoria, que se te hinchan los dedos, artritis, que no puedes dormir, insomnio, que no sabes qué te ocurre, estás loco. Pero el cuerpo te avisa, el cuerpo sabe que algo de ti quiere salir fuera y mostrarse y tú no le dejas. Porque tienes miedo, porque te acojonas de la verdad. Así que un diario es la solución para mis arritmias y todos mis problemas físicos. Porque así me siento libre y me quito un peso de encima.
(*) Elsa colabora mensualmente en la sección TEA con A con la Asociación Autismo Huesca. La asociación no es responsable de las opiniones que aparecen en el artículo, siendo estas personales y manifestadas con total libertad por su autora.
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