Publicado: Jueves 8 de Noviembre por VICTORIA RIQUELME MUÑOZ
Cuando pensamos en un patio de recreo cualquiera, por una parte visualizamos que el juego estrella de los niños es el fútbol, que ocupa gran espacio, el cual muy pocas veces es compartido con las niñas. A quienes no les gusta (el fútbol) se tienen que conformar con los pocos espacios que quedan a un lado del patio, limitando así su libertad de movimiento. Esto es así, porque damos por sentado que los niños tienen que moverse y su juego es mucho más activo que el de ellas.
Sin embargo esto no es cierto, la ocupación principal de niños y niñas es el juego, que tiene que ser libre, activo y no limitado al género. Las niñas (con o sin TEA), también tienen que moverse, explorar, ensuciarse, caerse, imaginar y poner a prueba sus capacidades en el juego, puesto que así irán desarrollando habilidades importantes en las actividades de la vida diaria y el aprendizaje escolar. Las niñas con TEA también disfrutan con el juego activo: luchan, trepan, corren, escalan, se caen y se levantan, saltan, manifiestan su fuerza, son dragones, son guerreras… y todo conlleva mucho mucho movimiento. ¿Qué consiguen con ello? desafiar sus propias capacidades, asumir riesgos, tener que planificar y solucionar problemas que van a aparecer mientras juegan.
Si además tenemos en cuenta el procesamiento sensorial de las niñas con TEA, el 90% suelen tener dificultades en cómo procesar la información sensorial que les trasmite su cuerpo y el entorno en el que se encuentran. Pueden ser niñas con mucha inquietud motora y que por lo tanto necesiten espacio y oportunidad de desarrollar juegos activos, donde puedan recibir en grandes cantidades toda la información sensorial que necesitan a través de músculos y articulaciones. Por otro lado, puede ser que tengan mucha inseguridad ante el movimiento, y a través de un juego pasivo en un espacio limitado no van a desafiar estos miedos ni sus habilidades.
En la intervención con niñas con TEA desde la terapia ocupacional, trabajamos este enfoque llamado Integración Sensorial, ofreciéndoles las oportunidades sensoriales que necesitan para asentar una buena base sensorio-motora que les permita desarrollar habilidades importantes para su autonomía: los tiempos de espera, la secuenciación, la planificación, la resolución de problemas, la orientación espacial, así como destrezas psicomotoras, durante una intervención donde el juego es el protagonista.
¡¡Y siempre con un sentimiento de satisfacción porque (a quién no) les encanta jugar!!